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El cadalzo de los sueños (2009-2018)

Cantata a los frutos de cenizas (3)



III

Se aleja el alba


En la ruta, hay un arból
en el árbol, un pájaro bardo
el pájaro abre sus alas
y el árbol se echa a volar
la ruta abre la boca
y traga al pájaro
y me hundo en los dolores del alba


*   *
*


La playa de arena y de tumbas
levanta el vuelo hacia la cruz del sur
y las últimas lágrimas
se extravían en el desierto potente
de la nave de los ciegos


*   *
*


El pescador del desierto seguía pescando en el desierto
las calles reencontraban el movimiento y la serenidad
Los pedazos del bandoneón y de la guitarra
se juntaban, en búsqueda del soplo
El mate circulaba, la ronda se formaba, las lenguas se desataban,
el silencio se llenaba, el aire se recomponía
La mulita buscaba sus cuerdas, y el tango, su sombrero
El cazador de viento había atrapado a los bardos, los trovadores y los
griots
El capitán estaba de pie, detrás de la reja del cuartel,
bien almidonado y condecorado, orgulloso de su facha,
igual a su triste sí mismo, en orden
Yo miraba los torbellinos del agua vertida en mi mate
que regurgitaba todas las letras, todas las músicas
absorbidas en el tiempo de la noche
Pero el silencio reinaba, las palabras y las notas
no eran sino símbolos mudos,
la danza sin movimiento, el fuego sin calor
El aire estaba fresco, y la canción de hielo,
y el tiempo olvidado


Luego la
razzia reanudó, por supuesto en miniatura,
para no perder la mano, para que no pierdan la costumbre
La prisión no llegaba hasta el calabozo
El capitán no era parte de la fiesta
La voz apagada y ronca del bandoneón
probó una salida, breve y discreta
El movimiento intentaba renacer
la danza devenía farándola
la ronda halucinante se endemoniaba
los cuerpos se entrelazaban, se abrazaban, se liberaban
las bocas se abrían, las voces se exclamaban
la música empezó de nuevo
El lancinante silencio se borraba bajo los pasos
La danza se reanudaba, jadeante, cortada, sufriente
El capitán se reía detrás de su reja
y con él, el calabozo
«Había otrora dos demonios», dijo uno
«Se dedicaron a una guerra sin piedad,
»luego se fueron», dijo el otro
«Había otrora dos demonios», dijo uno
«Pero hoy, eso ha terminado», dijo el otro
El capitán se reía cada vez más, y el calabozo
Y la danza tímida caía bajo la
razzia
Pedro miró la tierra detrás de las tumbas de su calabozo
El alba ya se alejaba
y el capitán bailaba sobre las osamentas


El lancinante silencio y la música sorda llenaban los debates
Los trovadores trovadían, los bardos bardían y los
griots griotaban
la política politicaba, la economía economizaba, la cultura culturaba
mientrás el mundo mundía y los pobres pobrecían
y los escaldos escaldían el lancinante silencio
La calle no terminaba de retomar su lugar
Los transeúntes no sabían más como transitar ni dónde
El tango se agotaba en sus pruebas salvajes de levantar a la milonga
El mate se ahogaba bajo las aguas y el viento
Tomaba mi alcohol en la plaza vacía enlazado a mi silla
el pasado no existía más, sino el lancinante silencio
Y Pedro miraba el capitán postrado en su calabozo
y el capitán soñaba de Pedro, en el fondo de su calabozo
y las osamentas bailaban en las calles


*   *
*


El papel bebe la tinta
el agua diluye el papel
el sol evapora el agua
y quema el papel
el palimpsesto de cenizas


*   *
*


La mar de perplejidad se asfixia
bajo el frío del sur
y los últimos suspiros
no terminan de apagarse
en el circo de los vagabundos


*   *
*


El lancinante silencio enmascaraba todos los tumultos
Ni siquiera podía borrarlo el bandoneón
La música se fundía en la soledad
la agitación ganaba, sin vencer la lancinancia
la calle se encendía, los debates causaban estragos
las manifestaciones y las leyes, los discursos y las anatemas
pero encima de todo, el silencio desbordante
y las risas de los dos demonios, y del capitán
Bajo los adoquines, la jaula, en el fondo de mi vaso de amargura
las eternas añoranzas y los efímeros progresos
el charco de desolación, nuestro porvenir
y la página blanca propuesta para enterrar a los ausentes
Entonces tome mi vaso y lo rompí en la alcantarilla
y con él, todos los gritos y los suspiros que escondía
en sus grutas inmensas

                                           Luego vino el calabozo
Tomó la palabra para expresarse y no la devolvió más
No dijo nada, pero le tomó una eternidad
Renunciaba a toda pretensión punitiva
a toda verdad, a toda memoria, a las risas y a los llantos
a los dolores de otros, a los duelos extraños
Pedía sin palabras el olvido eterno
la ausencia de los muertos y de los vivos
el cese del tiempo y la igualdad de los crímenes
Perdonaba a las víctimas y olvidaba a los matones
Ahogaba en el olvido los muertos y los desaparecidos
Aportaba la absolución a todos los problemas
Había dos demonios
Uno era la subversión, pero iba a dar su nombre
al otro, el otro que iba a ser depurado
y al cual se pediría olvidar
y fraternizar con los verdugos
Que desaparezcan los desaparecidos
Que olviden los olvidados
Que mueran los muertos
Que no miren para atrás los vivos
Que los verdugos puedan disfrutar del reposo
y del botín
Había dos demonios: la subversión bajo su uniforme
y frente a su espejo
Y los ingenuos continuarán mirando el dedo
del sabio que muestra la luna
Luego vino el capitán
«El futuro nacerá de la indiferencia», dijo
Y mi vaso vomitaba la gangrena y los buenos sentimientos
Habría siempre dedos para ocultar las lunas


Y el silencio retomó su marcha
que hacía su camino
«Ahí están los demonios», pensó el capitán al calabozo
La podredumbre desbordaba de su uniforme y de su indiferencia
Ni siquiera la podía contener el calabozo
La marcha se hacía intensamente ruidosa,
ruidosamente silenciosa, insolentemente disonante
El capitán y el calabozo no podían más pensar, invadidos por el silencio
Todo se borra, los contornos desaparecen,
las formas de disuelven, el vacío,
el gran silencio blanco


*   *
*


Los dedos anudan los nudos
los hilos llevan el mensaje
la cuerda quiebra los dedos
cuelga el escritor
y asfixia la historia


*   *
*


«Cuando son buenos, todos los militares son muertos,
»hasta los humanos», dijo


*   *
*


El silencio resonaba todavía en el tumulto
por simpatía, sedicioso
La reverberación se hacía apremiante
El farol levantaba la cabeza, ambicioso
El bandoneón se quedaba sin aire, sin sonido

Había dos demonios: los torturadores y los ladrones de niños
los desaparecedores y los asesinos, los mentirosos y los falsos testigos
Curiosas matemáticas: un dos francamente plural
para una multitud de demonios muy unitarios

El ruido razonaba todavía en el cúmulo
de sinfonías, ansioso
La irreverencia se hacía creciente
La alcantarilla levantaba la bestia, viciosa
La lámpara neón abotargaba bajo la sangre
La música en el fondo de la sima se asfixiaba

Había dos demonios: los torturadores y los militares
¿Cómo? ¿Son los mismos?
Había dos demonios: Narciso y su imagen…


*   *
*


Los frutos de cenizas cubrían todos los rostros
En el gris, el gris… y la sombra oscura de las cenizas
Las brasas frías y negras se fundían en el gris
y el gris invadía toda embriaguez, insaciable
y lúgubre, insensible, uniforme, monótono
Los frutos de cenizas abrían todos los virajes
hasta madurar


*   *
*


Los dedos untan los pigmentos
sobre las paredes heladas de la cueva
los pigmentos queman los dedos, y las paredes
la piedra aplasta la mano
la boca traga la memoria


*   *
*


«Cuando son militares, todos los humanos son muertos,
»hasta los buenos», dijo


*   *
*


cantata a los frutos de cenizas, 4